Verónica Aponte es una fotógrafa y artista plástico venezolana que, actualmente, vive en Estados Unidos. Específicamente en San Diego, California. Me respondió esta entrevista por WhatsApp. No la conozco en persona, pero es mi amiga. Solo la magia de la tecnología bien usada logra estas maravillas.
Sus estudios se remontan al nacimiento de desaparecido Instituto Universitario de Estudios Superiores de Artes Plásticas Armando Reverón, (IUESAPAR), donde obtuvo su licenciatura en Artes.
Mucha agua pasó por el río antes de que culminara su maestría en Bellas Artes mención Entre-Medios en la Universidad Estatal de Arizona o, en inglés, Arizona State University, ASU, en Phoenix.
Desde muy niña tuvo claro que deseaba ser artista y sus padres nunca se opusieron a ello. Al contrario, la apoyaron en todo momento.
Al terminar su bachillerato en Venezuela no había donde estudiar artes con título universitario, pero en el segundo gobierno de Carlos Andrés Pérez se creó, mediante decreto, el Instituto Nacional de Fotografía y, posteriormente, la Escuela de Artes Plásticas Armando Reverón, de la IUESAPAR.
Un largo camino hasta Inauditas
Entre su titulación en la IUESAPAR y su maestría en la ASU, Verónica Aponte pasó por mucho. Vivió en México, donde fue asistente de fotógrafos y emigró a Estados Unidos, donde, como muchos inmigrantes, colgó la cámara, los pinceles, los oleos y soportes y fue mesera, limpió casas y estuvo varios años “sobreviviendo”. Aunque nunca se sacó de la cabeza su norte: hacer arte.
Pero, se dio cuenta de que si seguía en la línea de la sobrevivencia se apartaría del arte para siempre y no era esa su intención.
Hoy vive de su trabajo y pronto participará en una muestra que se inaugura el 11 de febrero próximo llamada Inauditas, la cual busca “rastrear el sonido de memorias migrantes en fotógrafas venezolanas en Estados Unidos.
Se trata de “la primera parte de una iniciativa que resulta de la intersección de dos proyectos de investigación”.
El primero es de María del Rosario Acosta y se titula Gramáticas de la escucha. El segundo es Poéticas de memorias migrantes que fue desarrollado por Elena Cardona.
Ambas propuestas coinciden buscar estrategias estéticas que pone de manifiesto y responde “a uno de los efectos más devastadores de la violencia traumática” que viven los inmigrantes venezolanos.
Es una exploración conjunta en la que Verónica Aponte participa para mostrar “la obra propia y de seis artistas venezolanas, junto con entrevistas en las que cada una de ellas comparte sus experiencias de migración”.
Esta exposición buscar darle una aspecto visual a las experiencias vividas y narrada de la parte no contada de la inmigración.
Entre lo digital y lo analógico
Una simple mortal como yo usa la tecnología más o menos como todo el mundo. Leo, investigo, me informo y me entretengo. Pero, Verónica la usa y la ve desde otro punto. El ojo del artista ve lo que los demás no.
Formada en lo analógico, con cámaras fotográficas que llevaban películas y se revelaban en cuartos oscuros y donde el arte se hacía “a mano”, le ha tocado vivir lo avasallante (¿Atropellante?) de la tecnología al servicio de la misión artística.
No se deslinda de lo digital, pero confiesa su amor por los “materiales”, “el dibujo y la pintura que nace del ritual análogo”.
Cree que las sociedades actuales sometidas a una gran cantidad de datos digitales funden o “desvanece las culturas”. Sin embargo, también está consciente de que la humanidad no es estática y evoluciona y se transforma.
En este contexto no deja de “rebelarse ante la obsolescencia programada de la tecnología” y sin caer en el simplismo de los dispositivos desgastados en una dinámica capitalista, se queja de que no hay maneras fáciles de obtener datos en un archivo digital o computadora de hace 20 años.
Debido a esto cree que parte de la identidad de pierde por lo fatuo de las plataformas digitales que no solo involucran las redes sociales.
Considera, incluso, que esa avalancha tecnológica puede ser inhumana, sobre todo para las personas mayores o de la tercera edad que no asimilan los cambios con la misma rapidez que las nuevas generaciones.
También cambia las relaciones laborales, los hábitos de consumo y como interactúan los seres humanos en este evidente cambio de paradigmas que nada parece detener.
“Rescato lo mejor de dos mundos” es la respuesta definitiva que Verónica me da al preguntarle cómo mezcla su formación analógica con los avances tecnológicos.
Los Próceres de su memoria
Antes de irse de Venezuela en el año 2002, Verónica se quiso llevar una parte de su memoria y de su imaginario como caraqueña. Hizo fotos del Paseo Los Próceres. Imágenes que en 18 años y casi tantas mudanzas se perdieron y dañaron.
Los rollos sufrieron el impacto de la migración y tuvo que pedirle a la también fotógrafa Fabiola Ferrero, que las recreara desde los ojos y las instrucciones de Verónica.
Surge Hiato 2002-2020 que Verónica me describe como un “hiato emocional” de las cosas que no están presentes, pero que la acompañan dónde va.
Así es ella, Verónica Aponte y lamento tanto que esta entrevista no haya sido frente a frente en la sala de mi casa con mis perras y mis gatas y su amor por los animales.
Para envíos de información escríbanos a: redaccion@mujerdelsur.com