Los dirigentes talibanes han dicho que las mujeres tendrán derecho a trabajar, a educarse y a movilizarse, pero con la condición de que ello se haga bajo la sharía (ley islámica), sin detallar lo que esto supondrá en la práctica. Las periodistas locales denuncian que no pueden seguir informando y que se les imponen restricciones.
“Si caigo en manos de los talibanes, no solo me matarán a mí sino también a mi familia”, dijo AB, de 23 años, quien trabajó como periodista de radio y televisión durante los últimos siete años y es un rostro conocido en la pantalla de televisión de Afganistán.
Esta profesional del periodismo habló con IPS por WhatsApp desde su escondite en una ciudad cercana a la capital, Kabul, y aseguró que los talibanes vinieron a buscarla y preguntaron por su paradero a sus vecinos, quienes, a su vez, avisaron a su familia.
“Los talibanes han empezado a buscarme casa por casa y, al no encontrarme, han dejado un aviso a nuestros vecinos para informarnos de que me encontrarán y se ocuparán de mí en consecuencia”, dijo AB, cuyo nombre al igual que el de otra colega entrevistada desde esta ciudad paquistaní se mantiene en reserva por razones de seguridad.
Su vida corre un doble peligro: en primer lugar, por ser una mujer que escribe contra los talibanes. En segundo lugar, por pertenecer a la comunidad hazara, un grupo étnico de mayoría chií, a la que los talibanes consideran infieles y a la que hay que perseguir.
Sus circunstancias fueron confirmadas a IPS por Kiran Nazish, fundadora y directora de la Coalición de Mujeres Periodistas (CFWIJ, en inglés), una organización mundial de apoyo a las mujeres periodistas con su sede central en Nueva York.
“Nuestras fuentes en Afganistán nos han informado de que los talibanes están buscando casa por casa a las personas que figuran en su lista de objetivos: Imagínense el miedo que viven estas mujeres en su propio país”, dijo Steven Butler, coordinador del programa para Asia del Comité para la Protección de los Periodistas (CPJ, en inglés).
“Los talibanes deben dejar de registrar los domicilios de las periodistas, comprometerse a poner fin al uso de la violencia contra ellas, y permitirles operar libremente y sin interferencias”, planteó.
Debido al grave peligro, AB y su familia llevan varias semanas escondidas.
Al igual que ella, CD, de 26 años, editora de una publicación semanal y periodista que trabaja para una agencia de noticias desde hace cuatro años, se esconde con su familia después de que su oficina fuera saqueada por los talibanes hace tres semanas. Si la encuentran, está segura de su lapidación.
“Me matarán a pedradas”, dijo con firmeza.
“El mundo debe ayudarme”, suplicó. “Por favor, envíen un correo electrónico a alguna embajada, como la de Canadá o la de Estados Unidos, y díganles que me saquen de aquí”, añadió.
Su miedo a los talibanes era palpable a la distancia, y resaltó que no podía hablar por teléfono porque vigilaban las redes de telecomunicaciones para cazarla a ella y otras muchas mujeres que se destacaron en el periodismo durante los últimos años en el país del centro de Asia y una amplia frontera con Pakistán.
Si esto continúa y no pueden abandonar pronto sus escondites, CD dijo que ellas y sus familias podrían morir de pobreza y hambre incluso antes de que los talibanes las localicen. “No tenemos ni pan para comer, y no podemos salir a ganar dinero por miedo a ser descubiertas”, dijo.
La promesa de un «cambio»
Los dirigentes talibanes han dicho que las mujeres tendrán derecho a trabajar, a educarse y a movilizarse, pero con la condición de que ello se haga bajo la sharía (ley islámica), sin detallar lo que esto supondrá en la práctica.
Sin embargo, han pedido a las mujeres que al menos por ahora se queden en casa, ya que algunos de los talibanes no han recibido formación sobre cómo comportarse con las mujeres en público.
“Es un procedimiento muy temporal”, defendió el portavoz talibán Zabihullah Mujahid.
Su proclamación de que el nuevo régimen talibán será “suave” con las mujeres ha sido recibida con escepticismo por muchas mujeres afganas, que aún recuerdan la situación feudal a la que fueron sometidas entre 1996 y 2001, cuando el grupo integrista islamista ostentó el poder por primera vez.
“No les creo, ni me fío de los talibanes, porque tienen un mal pasado”, dijo CD, y añadió: “No cumplen su palabra, las mujeres no están seguras, y si salen a la calle, serán azotadas”.
Dijo que había escuchado informes sobre la violencia contra las mujeres en otras provincias.
“Ninguna mujer afgana cree que sus condiciones de vida sean buenas bajo el régimen talibán”, dijo CD. “Al silenciar a las periodistas mujeres, los talibanes quieren acallar la voz de las mujeres afganas”, aseguró.
La periodista recordó que los talibanes han seguido atacando y matando a periodistas y activistas de derechos humanos durante los últimos 20 años, incluso durante el gobierno de Ashraf Ghani, el presidente del país entre 2014 y el 15 de agosto de este año, cuando las milicias talibanas tomaron Kabul y huyó a los Emiratos Árabes Unidos.
“Por eso tenemos miedo y nos sentimos tan inseguras”, subrayó sobre la situación de las profesionales femeninas de la comunicación, que asumieron un papel visible los últimos años.
Además, lo que dicen en sus declaraciones y entrevistas los portavoces de los talibanes “contrasta totalmente con lo que hacen en el terreno”, dijo Nazish,
“Resulta chocante ver el enorme esfuerzo que dedican a la búsqueda de personas, cuando deberían dedicar lo mismo a la reconstrucción del país, a la formación de un gobierno y a la búsqueda de formas de garantizar la seguridad de la población, especialmente de las mujeres afganas”, afirmó en una entrevista por WhatsApp desde la ciudad canadiense de Vancouver.
Desde allí, donde está temporalmente, la directora de CFWIJ trabaja sin descanso para ayudar a las mujeres periodistas afganas a encontrar seguridad.
“En cuanto Kabul cayó en manos de los talibanes, los medios de comunicación pidieron a todas sus empleadas que se quedaran en casa y no se presentaran a trabajar. Me dijeron que permaneciera en casa hasta nuevo aviso”, detalló AB.
CD, por su parte, explicó que no podía trabajar aunque quisiera, ya que su equipo había sido destrozado cuando su oficina fue saqueada.
Según un estudio realizado en 2020 por el Centro para la Protección de las Mujeres Periodistas Afganas (CPAWJ) y Reporteros sin Fronteras (RSF), más de 1700 mujeres trabajaban en medios de comunicación de las provincias de Kabul, Herat y Balkh.
En Kabul había 108 medios de comunicación con un total de 4940 empleados en 2020.
Entre ellos había 1080 empleadas, de las cuales 700 eran periodistas. De estas 700 mujeres, solo 100 siguen trabajando y solo un puñado trabaja desde casa en las otras dos provincias. De las 510 mujeres que trabajaban para ocho de los mayores medios de comunicación y grupos de prensa escrita, solo 76 (de las cuales 39 son periodistas) siguen trabajando.
Periodistas en constante riesgo
Según AB, la mayoría de los periodistas que siguen trabajando pertenecen a medios de comunicación internacionales y reciben el apoyo de sus organizaciones.
“A los periodistas locales se les niegan estos privilegios”, señaló. “Como periodista, no puedo seguir informando si se me imponen restricciones”, explicó.
“Mis sueños, aspiraciones y deseos han sido destruidos. Los talibanes no solo han tomado mi ciudad, sino también mi vida”, se lamentó con voz quebrada.
Hasta hace poco, la joven periodista no tenía que cubrirse la cabeza en la oficina, le encantaba llevar ropa de moda y se maquillaba, pues había nacido y se había educado en la era de la democracia, así fuese frágil y tutelada.
Hoy, teme tener que resignarse a envolverse en el chadri, (la versión azul del burka, la prenda que tapa completamente el cuerpo de las mujeres de la cabeza a los pies), cuando salga de su casa bajo el nuevo régimen talibán.
“Despojar a los medios de comunicación públicos de destacadas presentadoras de noticias es una señal ominosa de que los gobernantes talibanes de Afganistán no tienen intención de cumplir su promesa de respetar los derechos de las mujeres, en los medios de comunicación o en cualquier otro lugar”, dijo Butler, del CPJ, en una entrevista con el diario británico The Guardian.
“Los talibanes deben dejar que las presentadoras de noticias vuelvan a trabajar y permitir que todas las periodistas trabajen con seguridad y sin interferencias”, añadió.
Nazish, la defensora de las periodistas en el mundo, recordó que “incluso antes de que Afganistán cayera en manos de los talibanes, no era fácil ser una mujer periodista allí”.
Su organización ha estado investigando en 92 países para documentar las amenazas a las que se enfrentan las mujeres periodistas.
“De los 92 países que estamos documentando, Afganistán se encuentra entre los tres primeros en los que las mujeres periodistas (entre otros grupos vulnerables) han seguido sufriendo graves ataques y acoso por parte de agentes no estatales, incluidos los talibanes”, explicó Nazish al hablar de las conclusiones de los últimos tres años de investigación de la CFWIJ.
En el último año y medio, la coalición ha trasladado a muchas mujeres periodistas de diferentes partes de Afganistán e incluso fuera de Afganistán.
Ha redoblado sus esfuerzos para conseguir que hasta 400 mujeres sean evacuadas de Afganistán.
“Por ahora hemos evacuado a 90 de los varios cientos de mujeres (entre periodistas, deportistas, activistas y académicas) que solicitaron nuestro apoyo. Sin embargo, hay 100 casos superurgentes que tememos que estén en las listas de los talibanes y están siendo o estarán perseguidas”, puntualizó.
FUENTE: Agencia de Noticias IPS Inter Press Service