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Cuando el tiempo se detuvo y llegó el después

el tiempo se detuvo mujer mirando la ventana
Foto de Eric Antunes en Pexels

En las redes sociales y la blogosfera transita una reflexión que nos habla de lo efímera de la vida. “La vida es una tarea que nos trajimos para hacer en casa” ,  reza este texto que habla de un tiempo que no se detiene. Y trata de hacernos pensar sobre las cosas postergadas en nuestra rutina.

Pero con la llegada del Coronavirus el tiempo se detuvo. Si bien las horas pasan y todos los días amanece, se ha detenido la rutina. La mayoría se queda en casa, en unos países, los más afectados, las calles se silencian y desalojan, los motores se callan y el ruido ya no viene de las avenidas. Está en el interior de nuestras casas.

Jamás imaginamos que viviríamos una verdadera parada. Al igual que las maquinas de las grandes industrias que una vez al año se detienen para su mantenimiento. Nosotros nos hemos detenido. Pero ahora tenemos tiempo. El tiempo se ha detenido para nosotros y repentinamente aparece el después.

El después ha llegado

Todo lo que en la vida comúnmente dejamos para después. Llamar a los viejos parientes (después los llamo). Reparar las cosas de la casa (después lo hago), jugar con los hijos (después jugamos) y esa larga listas de después llegaron para imponer su presencia, con la fuerza de una cuarentena.

Pero el tiempo del después es nuestro tiempo también y como aquel que se va segundo a segundo en la rutina de la oficina; debemos aprovecharlo. Llamar a los viejos amigos. Sentarse a jugar videos con los hijos, hablar con ellos, ver que les importa, que les preocupa, explicarles un poco sobre este mundo extraño que nos ha tocado vivir. Disfrutar de cocinar, y quienes no saben de aprender. Ya no vamos a la pizzería, pero podemos hacer pizza en casa. Podemos preparar las recetas que guardamos para cocinar después. Ver las películas por tanto tiempo en la lista de pendientes. Descansar y de vez en cuando reflexionar.

El tiempo se detuvo… y el ruido

El tiempo se detuvo, al menos así lo sentimos. Pero a muchos se les hace difícil disfrutar de esa inmensa cantidad de minutos que tienen para dedicarse a lo que realmente importa. Sus seres queridos, hacer por fin tantas cosas que habían quedado pendiente. Simplemente contemplar un rato su entorno, o reflexionar sobre cómo llevan las cosas de su vida.

Dónde está entonces la dificultad para hacer eso. Muchos han metido el ruido de la ciudad en su misma cabeza. El ruido no está afuera, está adentro, por eso es tan difícil disfrutar libremente del tiempo que tenemos, como siempre quisimos. Es verdad que no podemos salir, o que un pequeño departamento no ofrece todo el entretenimiento de un centro comercial. Pero este es el momento de mirar en otra dirección, de mirar hacia lo que somos nosotros mismos. De mirar hacia adentro y vernos desnudos. Es el momento de lo esencial.

El juicio de lo cotidiano

Ahora si lo esencial y lo que nosotros somos no nos gusta. Una vez el ruido de lo externo se disipa, vemos realmente que hemos construido. Nos enfrentamos a otros ruidos. Si los hijos nos perturban, no soportamos a la pareja que deberíamos querer. Nuestro hogar nos asfixia y no podemos tener un minuto de paz, para descansar o reflexionar. Es momento de preguntarnos ¿qué hemos hecho mal?  Debemos tratar de recuperar el tiempo perdido y asumir finalmente cómo mejoramos nuestro entorno familiar.

En la cuarentena los otros también están desorientados, el ruido de ellos también se está volviendo interno, la verdad anda rondando por todas las cabezas. Por eso este es el momento del después, la hora del tiempo perdido y de la valentía para comenzar a mejorar aquello que podemos cambiar para ser un poco más felices.

Los efectos de la cuarenta los sentiremos incluso si vivimos solos con una mascota y creemos que tenemos todo bajo control. El tiempo se detuvo y nos obliga a pensar, nos pone frente a nuestra realidad. De nosotros depende que al volver lo hagamos en el sentido correcto. El tiempo pasa. La cuarentena pasará y si nos volvemos a diluir en nuestro propio ruido habremos perdido una gran oportunidad.

Foto de Eric Antunes en Pexels

Para enviar información: redaccion@mujerdelsur.com

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