Sus confecciones son exclusivas, hechas a mano y con minuciosos detalles que proyectan el inicio de una historia. ¿Cómo llegan a convertirse los vestidos de novia de Carolina Anich Musalem en prendas icónicas para las nuevas familias? Conozcamos el espíritu de su taller.
Su atelier está en medio de la naturaleza. Hace tres años dejó Santiago junto a su marido e hijos para iniciar un proyecto de vida familiar que les permite disfrutar de La Araucanía. Carolina Anich es una diseñadora de vestidos de novia perspicaz e intuitiva que aceptó el reto de rehacer su emprendimiento en un espacio completamente nuevo. Aunque con reservas, al llegar a Villarrica retomó las actividades de su taller, con el que ya tiene siete años, y comenzó a establecer redes en la región. Actualmente su trabajo es una referencia en el ramo.
“Siempre me gustó el tema de las telas. Mi abuelo materno tenía una fábrica de telas y mi padre las comercializa así que ha sido algo muy cercano. Recuerdo que desde muy chica me mandaba a hacer ropa que a la gente le llamaba la atención, decían que yo tenía buen ojo para escoger la tela y el diseño”, cuenta. “Cuando salí del colegio mis compañeras me decían que estudiara Diseño de Vestuario, pero me fui por Ingeniería Comercial, sentí que servía para muchas cosas. Después que me titulé hice un viaje a Medio Oriente -mis apellidos son todos de origen árabe- y ahí, visitando familiares y entrando a tiendas, sentí un click muy fuerte”.
Dicen que el talento es guiado por las circunstancias para que se revele. Así le ocurrió a Carolina Anich “Cuando volví a Chile trabajé en mi carrera durante tres años. Después conocí a mi marido, me casé y salimos un tiempo de Santiago, vivimos en Los Ángeles. Ahí me decidí. Tomé clases de costura con una modista y en buen chileno me tiré a la piscina para diseñar vestidos de novia. Yo creo que cuando a uno algo le gusta mucho, es un tema de corazonadas, cuando uno tiene las ganas, buen ojo, ganas de aprender y te rodeas de gente positiva, uno va a tener éxito”.
Los vestidos de novia
Las clases que tomó Carolina Anich siempre estuvieron enfocadas en confeccionar vestidos de novias. “Yo tuve esa claridad desde el inicio, además hubo un evento que me reforzó que debía hacer alta costura para novias. Justo una amiga del colegio se casaba y yo sabía que no tenía mucho presupuesto para pagarse un vestido de novia. La llamé y ella confió en mí. La Dani fue como la puerta de entrada”.
Abocada a aprender para nivelar sus conocimientos y destrezas, no dudó en utilizar su propio vestido de novia, diseñado por el referente de la alta costura chilena, Luciano Brancoli, para comprender y dominar los altos estándares de calidad. “Cuando me casé todavía trabajaba en mi carrera. En algún momento pensé en hacerme mi vestido, pero desistí porque tenía una pega bien exigente y además me ocupé de los detalles de la fiesta”, rememora. “Finalmente, mi vestido de novia me sirvió como objeto de aprendizaje bien potente”.
La originalidad y la empatía
“Por lo general una novia que se manda a hacer su vestido es porque tiene ideas en la cabeza”, explica Carolina Anich quien con los años ha desarrollado una gran agudeza para comprender los deseos y expectativas de sus clientas. “He aprendido que la novia habla primero. Cuando partí tenía mucha ansiedad y le mostraba antes todos los materiales que tenía, pero todo resultaba muy confuso. Ahora nos sentamos con un tecito y tenemos una conversación bien agradable. Por lo general, la novia llega a mi taller con fotos. Pregunto dónde será la boda (en el campo, en un lugar cerrado) y le pido que me cuente un poco sobre la historia de su familia para entender bien las expectativas que tiene ella con respecto a su vestido. Cuando ya tengo una idea en mi cabeza, ahí empiezo a aportar”.
Los tiempos de trabajo para elaborar los vestidos de novia se ajustan a una agenda estricta que implica muchas pautas. “Cuando decidimos el diseño la novia elige las telas, por lo general tengo stock en el taller, pero si la novia quiere algo muy especial se encarga a Santiago. Luego me junto con Gilda, que es mi modista y compañera, con quien ya llevamos siete años de experiencias, y empezamos a preparar la primera prueba. En cada prueba se elabora más el vestido, escuchamos y anotamos todo. Lo vemos con los zapatos y la ropa interior que corresponde para revisar todos los detalles a mejorar”.
Para la diseñadora la clave para que las pruebas salgan bien es que se establezca una confianza profunda. “Todo es súper conversado y en un ambiente cálido. Somos flexibles con las peticiones. Sé que para muchas es la primera vez que se han hecho un vestido a su medida y es una experiencia totalmente nueva. Yo creo que si uno atiende con cariño, escucha y anota, se hacen las cosas sin problemas. Muchas veces me preguntan cómo la haces. No es suerte. Al final, armamos un trabajo que mágicamente da confianza y las novias lo ven. También hay un trabajo interno que yo hago: el día de las pruebas igual me doy ánimo, me visto bonita, me pinto, tiro la buena onda y al final todo fluye”.
La firma Carolina Anich
“Son incontables”, dice en medio de risas cuando se le pregunta cuántos vestidos de novia ha diseñado. Románticos con muchísima gasa, divertidos con flecos que bailan al menor movimiento, con pantalón y chaqueta para boda civil… “Hemos hecho vestidos de novia muy distintos y las reseñas que dejan las novias muestran su satisfacción. Lo más importante para mí es poder entender lo que la novia tiene en su cabeza. Sé que sus expectativas son altas y respeto que ella tenga la última palabra. Nosotros solo sugerimos”.
¿Pero, cual es el sello que distingue y hace exclusivo su atelier? “Menos es más. A mí me gusta el vestido limpio, sencillo, que destaque un detalle, por ejemplo, los tirantes o un lindo cinturón. No soy de la idea de los vestidos recargados, porque creo que la novia se percibe por muchas cosas (el maquillaje, su tocado, las joyas que va a llevar). Me gusta el concepto de pequeños detalles, que sean exclusivos y llamativos. Usar telas con linda caída y brillo moderado. Creo que la calidad de los materiales con lo que uno trabaje hacen mucho. Hago un trabajo muy intenso para buscar buenos materiales a los precios indicados. Una alta confección con detalles a la medida (buen cierre, botones, son hartas cositas)”.
Otro plus es el confort. “A cada vez más novias les interesa la comodidad. Quieren disfrutar cada momento de su fiesta. Algunas tienen hijos chicos y tendrán que cargarlos, o ellos les tirarán del vestido”, explica. Carolina Anich destaca finalmente el gran compromiso. “La novia necesita a alguien de confianza que le cumpla con los tiempos. Por lo mismo soy muy flexible a la hora de crear lo que quiere la novia, pero con el tema de los horarios y las citas soy súper estricta, porque me gusta cumplir”, finaliza.
Para conocer y seguir el trabajo de Carolina Anich visita su perfil de Instagram @caroanichnovias O visita su página de Facebook Caro Anich Novias.
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