Mónica Gallo Giancola
Ella es Nelly Sanabria, la mujer cuya entrevista fue un honor y un desafío. No hay cabida para lugares comunes ni para echar mano a recursos literarios porque ella es científica y de las duras. Es de esas mujeres venezolanas que nos enfrentan a la parte bonita de nuestro país y también a décadas de historia que son nuestras circunstancias.
Me voy a permitir hacer un viaje a lo que ha sido la Venezuela de estas últimas 5 décadas en la vida de esta doctora en fitopatología que egreso de como ingeniero agrónomo de la Universidad Central de Venezuela (UCV) en 1973 y no ha parado en su recorrido hasta hoy, cuando a sus 77 años, se toma unos minutos de su apretada agenda para contestar mis preguntas.
Una vida por caminos sinuosos
La doctora Nelly Sanabria, al enfrentarse al mundo adulto (como muchos bachillerares que van a la universidad) se topó con el dilema de lo que se quiere hacer y lo que se puede hacer. Ella quería ser bioanalista, pero, viviendo en Valencia con un padre plomero y una madre ama de casa, su familia no podía costear sus estudios en Caracas.
Pero, gracias a su tía que vivía en Maracay no estuvo tan lejos de sus ansias por “estudiar los microorganismos”, pero no en los humanos, sino en las plantas, pues en la capital de Aragua podía estudiar agronomía y creyó que, “en algún momento, lo podía relacionar” y, sí, así mismo fue.
En la UCV se topó con un profesor italiano que había migrado a Venezuela en 1936 como fitopatólogo y fue y él quien la “estimuló para que empezara a trabajar con enfermedades de plantas cuando iba con una amiguita a su laboratorio”. Recuerda que el docente las ponía a clasificar plantas que estaban herborizadas con enfermedades (…) y ahí empezó la curiosidad por esa área de la investigación en enfermedades de plantas”.
El matrimonio como encrucijada
Como miles de mujeres en Venezuela y en el mundo la doctora Sanabria compartía las horas de su discurrir cotidiano como esposa y profesional. Tras graduarse como ingeniero agrónomo y pocos años después (a mediados de 1970) su esposo obtiene una beca Gran Mariscal de Ayacucho para estudiar en México.
Surge la encrucijada: “yo tenía la alternativa o de quedarme y no seguir en el matrimonio o seguirlo y irme a estudiar también… entonces opté por la segunda decisión me fui a México”. Cuenta que fue relativamente sencillo obtener la beca porque aplicaba para la misma y porque su cónyuge ya contaba con la Gran Mariscal de Ayacucho.
De esta manera emprende un viaje sin retorno al estudio de las enfermedades de las plantas. Cursó estudios de Maestría en Fitopatología en el área de Micología en el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM). Esto le permitió concursar y entrar (en 1978) como docente a la Facultad de Agronomía de la Universidad Central de Venezuela, donde estuvo ininterrumpidamente 31 años hasta el 2009 que se jubiló.
De vuelta a la UCV
En más de tres décadas fue mucho lo que la doctora Nelly hizo en la UCV. Tras llegar a Venezuela, ya magister, al primer profesor que visitó “fue aquel que me orientó en enfermedades de plantas y él me felicitó por la maestría y me dijo ‘estamos necesitando un fitopatóloga en la UCV (…) había un cargo disponible y enseguida opté por él”. Concursó y se quedó trabajando en su alma mater, donde hizo el doctorado en Ciencias Agrícolas, cuya mi tesis tuvo por tema y título Serología y electroforesis para la identificación de especies de Fusarium.
Si, a mí me tocó hacer la tarea. Básicamente ha dedicado su vida al estudio de métodos de diagnóstico para enfermedades en cultivos, pues la electroforesis es una técnica de laboratorio usada para separar moléculas como las proteínas, ADN o ARN de un agente patógeno vegetal. Al analizar muestra de cultivos a las cuales se le aplica un campo eléctrico dentro de un gel se determina si la planta está o no infectada con determinado virus o bacteria y, en función de esto, se toman las medidas pertinentes para eliminarlos.
Técnicas amigables con el medio ambiente
La doctora Nelly habla pausado, como toda una docente, pero si interrupciones y mi cerebro crecido en ciencias sociales hace un esfuerzo por seguirle el ritmo. A pesar de “haberse jubilado”, esto es casi un tecnicismo, pues es “jubilada activa”, lo cual en la práctica es que no se ha detenido. Ha dirigido 5 proyectos de investigación relacionados con el control biológico de enfermedades en diferentes cultivos de interés agrícola.
Esto quiere decir que se ha enfocado en el uso de organismos vivos como hongos, bacterias, virus, insectos, extractos naturales para reducir o suprimir a los agentes patógenos que causan enfermedades en los cultivos. Se trata de no depender solo de químicos sintéticos para obtener cosechas sanas.
De hecho, habla con pasión de sus resultados con el uso de Tricordema que es un hongo que se usa como agente de control biológico y como biofertilizante. Según las palabras de Nelly Sanabria es algo así como un aliado de las plantas porque puede protegerlas contra enfermedades y, al mismo tiempo, mejorar su crecimiento, ya que “una vez que en el suelo está la tricoderma en el suelo y alrededor de las raíces le da más vigor a la planta porque hay mayor desarrollo radicular y, al haber mayor desarrollo radícula, estamos en presencia de una planta con más facilidad para obtener sus nutrientes y por lo tanto va a estar más fuerte y sana”.
Cree que toda fumigación de platas, sean en cultivos o en otros entornos como avenidas y calles, debería hacerse con estas técnicas que son amigables con el medio ambiente, que no contaminan los suelos, ciudades y personas y tampoco causan daño a la fauna tan necesaria como en el caso de las abejas.
¿Retos? Muchos, pero…
La pregunta un poco cliché de los retos en su carrera no podía faltar, pero ella no duda en contestar que ha habido dos momentos críticos. El primero fue cuando ya estaba trabajando como fitopatóloga en la UCV y se “presentaron muchos agricultores con a pedir respuesta porque tenían problemas los cultivos”.
Esos pedidos venían acompañados de muestras que empezó a recibir para su análisis y a pesar de que “había trabajado con profesores muy buenos en esta área de diagnóstico” y estar aplicando todo los aprendido sobre identificación de enfermedades descubrió que “no había el espacio para hacer esa actividad”.
Comenzó a dirigirse a una nueva meta y “con otro profesor no era de del área de micología, sino de del área de bacterias” surge la idea de “buscar financiamiento para hacer un edificio donde funcionara un lugar para hacer clínica de diagnóstico”. Es decir, una clínica de enfermedades de plantas y “así empezó la idea de pedir el financiamiento con una ayuda institucional de la misma UCV (…) con la cual se construyó el pequeño edificio que contaba con el laboratorio y un espacio para depósitos”.
Sin embargo, esto no fue suficiente y comienza una nueva meta “la actividad desafiante de solicitar créditos para obtener los equipos que requiere un laboratorio de diagnóstico”. Hacía falta todo: microscopios, esterilizadores y hasta “estante para los libros” que ella había acumulado a través de los años y “desde que estudiaba en México (…)ya tenía mi mis revistas especializadas en el área de fitopatología de la Sociedad Americana De Fitopatología”. De esta manera logra, además una biblioteca especializada con información actual y “manuales de enfermedades para cada cultivo”.
Recuerda que entre los títulos relevantes estaban los del cultivo del maíz, enfermedades en soya, en caraota, etcétera: “fueron como más de 20 a 30 manuales por compendio que adquirí a través de la Sociedad Americana De Fisiopatología y esa era parte de mi soporte de la literatura especializada en el área”.
Este no fue el único momento desafiante. Recuerda otro. “Una vez que terminé mi primer trabajo de investigación que se relaciona con una enfermedad que le da muchos cultivos, continúe y me cambié a otra área de investigación relacionada con el control de enfermedades, pero más que todo con el control buscando sustituir los químicos por productos que no fueran dañinos para el ambiente”.
En eso anda la doctora Nelly, formando recurso humano en las universidades que trabajen e impulsen el control biológico en los cultivos, usando menos agentes químicos que permitan cosechas sanas, preservación de la fauna y de los mismos hongos y bacterias benéficos para las mismas cosechas.
Esto no solo promovería una agricultura más ecológica, sino que abarataría los costos para los productores del campo que si bien no dejarían de usar pesticidas sintéticos, los disminuirían al máximo.
La Universidad y la academia: antes y después
Son más de 50 años de carrera de la doctora Nelly Sanabria dentro de la UCV y en medio siglo siente que ha hubo un “boom de desarrollo de becas para hacer posgrado, muchos profesores hicieron esos estudios de cuarto nivel lo que aumentó la investigación en sus áreas y se logró que ese nivel académico se nivelara un poco más hacia arriba”.
No obstante, destaca que “la situación país esto llevó a que las universidades a la pérdida (robo y extracción) de los equipos (en los laboratorios) o problemas de que los recursos. Hace mención a hechos como el robo de cableado, equipos e insumos que “contribuyó a un descenso en la investigación”.
Ve esto como una dualidad un poco surrealistas “por una parte se ganaba mayor nivel académico, pero por la otra, por esta falta de recursos y profesionales calificado que se iba a otros países” trajo las consecuencias que, actualmente, como la disminución del número de estudiantes de la universidad que, espera “que en otro momento esto se revierta y se pueda continuar con una situación más asertiva para volver a lograr ese mayor nivel académico… ese mayor nivel de investigación que le da un empoderamiento a las universidades”.
Clínica de Enfermedades se Plantas Dra. Nelly Sanabria: el legado
El núcleo de la UCV en Maracay esconde una joya conocida por pocos y es la Clínica de Enfermedades se Plantas Dra. Nelly Sanabria que es parte de la Facultad de Agronomía, específicamente de la cátedra de Fitopatología y Botánica Agrícola.
En ese centro de investigaciones se hacen diagnóstico de enfermedades vegetales, se evalúan de fungicidas, se hacen estudios de controles químicos, ensayos in vitro de inhibición del crecimiento micelial, esporulación, etc, estudios de control biológico y sirve de docencia y extensión, ya que se trabaja en proyectos con productores y agricultores enfocadas a la capacitación en uso de control biológico para mejorar prácticas agrícolas locales.
Para la doctora Sanabria que la clínica de enfermedades de planta lleve su nombre bueno “fue y sigue siendo un honor” porque no solo fue producto de un gran esfuerzo sino que significó mucho ella: “fue una gran satisfacción que se formara personal en el área de diagnóstico, de control de enfermedades y en control biológico (…) que es un control amigable con el ambiente y ese honor hoy en día está dando sus frutos”.
Siente el legado porque hoy, a sus 77 años, “un grupo de que fue tesista y que trabajaron en control biológico están en el llevando a cabo este proyecto de crear un laboratorio de diagnóstico” en el ámbito privado y “ellos están abriendo (ventanas) de control de diagnóstico de enfermedades de plantas (…) para dar recomendaciones con el fin de que se use más los biológicos a nivel de campo y por lo tanto están ayudando así a que se disminuyan los químicos (…) y que el control sea efectivo y menos dañino para el ambiente”.
Con maestrías, doctorados y una clínica fundada por ella, la doctora habla con ese tono didáctico que no ha perdido con el transcurrir de los años, fue es y será siempre docente, aunque ya no esté activa. Mujeres como ellas, de una Venezuela que se levantó y que día a día trabaja en lo que le apasiona y en lo que cree son las que me reconcilian con la vida en un mundo que está cada día más patas pa arriba.