La conducta suicida en adolescentes y adultos jóvenes es cada vez más recurrente en el mundo. Lamentablemente en contextos de confinamiento como el provocado por el Covid-19, su manifestación se incrementa. Cuando esta sintomatología se expresa en el seno del hogar preocupa a las figuras de apoyo y a los profesionales de la salud mental. Conozcamos su contexto y algunas recomendaciones de cómo actuar adecuadamente.
Autor: Psicóloga Daniela Díaz Pedreros
¿Por qué aumenta la conducta suicida en nuestra sociedad? Existe un desconocimiento generalizado frente a esta temática y es un tema delicado y estigmatizado en nuestra sociedad. Según la organización Mundial de la Salud (OMS) más de 800 mil personas mueren cada año por suicidio. Y es la segunda causa principal de muerte entre personas de 15 a 29 años. Este rango etario es de gran importancia con respecto a la gravedad y cronicidad de los factores de riesgo asociados.
En Chile, el Ministerio de Salud (Minsal) reportó en 2019 que anualmente un mil 800 personas se suicidan. Por cada uno de ellos, alrededor de 20 realizan un intento suicida, equivalente que más de 220 mil chilenos, sobre los 18 años, ha planificado un suicidio. Y más de 100 mil, reconoce que intentó quitarse la vida, de acuerdo con lo que informa la Encuesta Nacional de Salud (ENS) el año 2017.
Son muchos los factores riesgo que se vinculan con la conducta suicida. Su etiopatogenia (origen o causa de la psicopatología) se asocia a una multiplicidad de elementos. Como la existencia de trastornos del ánimo (algún tipo de depresión). Factores socioculturales y económicos (marginalidad, ruralidad, soledad y/o adicciones). Factores genéticos (predisposición biológica asociado a algún trastorno del ánimo). Y factores biológicos externos (producción de melatonina asociada a la foto estimulación lumínica en el individuo), entre otros.
La conducta suicida se puede manifestar en quienes la sufren a través de altos sentimientos de ambivalencia. Sienten una mezcla de sentimientos en torno a cometer el acto y persevera un sentimiento de no ser capaces de tolerar estar vivos (OMS, 2000).
Es esencial la prevención
Inicialmente se debe acoger sin juzgar. De modo que se entienda que no es algo que dependa solo de la buena voluntad. Hay que entender que se requiere de ayuda profesional para salir de ese estado. Uno de los primeros pasos es escuchar, acoger y ofrecer una derivación oportuna. Debe hacerse énfasis en que la persona no se aísle, ni sienta soledad. Sus figuras de apoyo deben establecer un seguimiento continuo. Indagar sutilmente cómo evoluciona su estado de ánimo tanto de manera periódica. Y como esencial, establecer el seguimiento por un equipo multidisciplinario, que se desarrolle en la línea de la salud mental y la conducta suicida.
La prevención es primordial para los índices de suicidalidad en población adolescente y adulto/a joven. Por ello es relevante considerar que los factores protectores y estrategias de apoyo se basan en los ámbitos individuales (habilidades para la solución de problemas y estrategias de afrontamiento, proyecto de vida o vida con sentido, capacidad de automotivarse, autoestima positiva y sentido de autoeficacia, capacidad de buscar ayuda cuando surgen dificultades). También en el ámbito familiar (funcionamiento familiar, bajos niveles de conflicto, cohesión, apoyo y monitoreo constante de sus figuras de confianza). Finalmente, en el ámbito ambiental (integración social, participación en deportes, asociaciones religiosas, clubes, buenas relaciones con compañeros, pares, con profesores y otros adultos, contar con sistemas de apoyo y tener un nivel educativo que lo satisfaga).
Esta columna es dirigida por la psicóloga infanto-juvenil y familia Daniela Díaz Pedreros. Diplomada en intervención en maltrato y abuso sexual infantil. Magíster intervención sociojurídica en familia. Consultas: +56939088144 – Para conocer su trayectoria y trabajo haga click aquí.
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