La peste negra era letal y visitar a los enfermos acarreaba una alta posibilidad de contagio. Para protegerse, los médicos usaban un uniforme que precede al actual. Capa larga y mascarilla con filtro. La indumentaria resultaba tan curiosa que sobrevive hoy en día, pero como disfraz. Es la clásica mascarilla con pico de ave que se usa en los carnavales venecianos.
Había miedo y muerte en todas partes. Solo “el doctor de la peste” o “Il Dottore della peste” entraba a las casas en lugar de huir. Tras dejar una gran mortandad en el medioevo, la peste resurgió varias veces en el renacimiento. Y fue tal la impresión que dejó el médico de la época, con su mascarilla y traje especial, que su estampa aun sobrevive.
La peste negra comenzó en 1347 en Génova y de allí se expandió al resto del continente. Su paso fue desolador: murieron 48 millones de personas, se estima que entre el 60% y 80% de la población. La mayoría falleció por la enfermedad, pero muchos niños y ancianos murieron por abandono o falta de recursos. En los años siguientes hubo nuevos brotes. Entre 1575 y 1577 resurgió con voracidad en Venecia, y ahí nacieron los personajes del extraño atuendo.
Mascarilla y otros adelantos
Ante la emergencia sanitaria, los médicos venecianos tomaron acciones. Aislaron a los enfermos y a los casos sospechosos en el Lazaretto Vechio y el Lazaretto Nuovo, dos islas-hospitales. Tomaron la iniciativa de levantar estadísticas de la epidemia, por primera vez en la historia médica. Crearon listas con enfermos y personas fallecidas para hacerle seguimiento a la gravedad epidemiológica. Y establecieron un uniforme protector para su personal de salud.
Las curiosas mascarillas se caracterizaban por su largo pico de ave, cuya imagen es tan característica en los festivales de carnaval, eran parte del atuendo. Entonces se ignoraba que el origen de la peste eran las pulgas de las ratas. La teoría imperante era que provenía de los pájaros y que se contagiaba por vía aérea, al entrar por los poros.
Precedente del tapabocas y las antiparras actuales, la mascarilla renacentista tenía peculiaridades interesantes. La zona del pico era un “canal sanitizante” de 15 centímetros, que contenía plantas aromáticas, especias y miel para mitigar los olores. A veces también perfumes. En la falsa nariz había dos agujeros que filtraban su contenido en las fosas nasales del médico. Como añadido permitía mantener el rostro a cierta distancia del aliento del enfermo.
Otra característica eran los anteojos. Eran parte de la mascarilla y estaban hechos con globos de cristal. Su fin era salvaguardar los ojos de las pústulas bubónicas, que estallaban con frecuencia y de forma imprevista. El sombrero de ala ancha y la ropa también tenían un sentido protector para evitar el contagio con los agonizantes.
El traje incluía guantes de cuero de cabra, un largo abrigo de cuero encerado aromatizado y una vara. Esta era para apartar a quienes se acercaban demasiado. Aunque algunos historiadores afirman que servía para golpear a quienes solicitaban ser castigados para que sus pecados fueran perdonados. Las calzas iban dentro de las botas y la camisa metida dentro del pantalón.
Los diseños clínicos
El diseñador de tan peculiar traje fue un médico. O al menos a él se le atribuye la descripción precisa de la indumentaria. Se trata del francés Charles de Lorme (1584-1678), hijo del médico de la reina María de Médicis. Siguiendo los pasos de su padre se graduó a los 23 años en la Universidad de Montpellier y llegó a tener un gran prestigio entre la realeza europea del siglo XVII. Además de atender a miembros de la Casa de los Medici, fue médico principal de Louis El Justo y del hermano del rey Gastón, duque de Orleans. También de tres reyes franceses: Enrique IV, Luis XIII y Luis XIV.
Después de su contribución a la vestimenta médica, la historia de la mascarilla se desarrolló con lentitud. Actualmente existen muchas y para diferentes fines. Pero a principios del siglo XX, con la llegada de la gripe española, todavía no había buenas opciones. Dato curioso: en ese momento las mascarillas pasaron de ser de uso médico a uso común. La gente las confeccionada con materiales caseros y procedimientos ingeniosos. Pero con fines igual de desesperados que en la edad media y el renacimiento. O como en muchos hogares actuales ante la pandemia.
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