Él es Héctor Rebaza, médico internista. Junto a su hermano tiene una clínica en Naguanagua, en la zona de El Retobo. Hasta ahí su historia es como la de cientos de galenos venezolanos. Pero, su historia tiene matices que lo hace diferente y especial.
Se trata de constancia, trabajo, unos padres que lo apoyaron desde que estaba en pregrado y, por supuesto, de tesón y persistencia en una Venezuela en crisis, cambiante que agobia con cortes de luz, con medicamentos caros, con la frustración de muchos que no son atendidos en los hospitales por la precariedad, pero que tampoco pueden costear una consulta privada.
Es este el punto en el cual Héctor Rebaza es especial. Si bien concibe una clínica como modelo de negocio que debe ser rentable, también entiende que a quien no tiene las oportunidades de pagar, hay que brindarle una tención mínima para canalizar su problema hacia el sistema público… Pero, vamos con calma…
Los inicios de la Clínica La Luz
En El Retobo de Naguanagua está la Clínica La Luz. Un edificio de ladrillos que destaca entre los demás inmuebles aledaños. Pero, este centro privado de salud tiene una historia de perseverancia.
Fueron sus padres, inmigrantes peruanos, quienes con muchísimo esfuerzo compraron el pequeño inmueble inicial, donde hoy se erige la clínica. Héctor apenas estaba en pregrado. Podría decirse que el origen de la clínica es un ejemplo de mancomunidad. Amigos de la universidad y compañeros de estudio, junto a cursantes de ingeniería y arquitectura trabajaron juntos en este proyecto que hoy es lo que es.
Desde los planos se buscó un objetivo: tener una clínica propia que fuera cómo para os pacientes y les bridara un sitio agradable, donde muchos acude en los momentos más duros de sus vidas. Lo lograron. Hoy la Clínica La Luz tiene casi todas las especialidades médicas y atiende de lunes sábado todo el día.
Es caprichoso el azar
Lo dijo Joan Manuel Serrat, no yo. Pero, sí, es caprichoso el azar. Rebaza intentó irse de Venezuela hace unos años. Como muchos profesionales y técnicos se preparaba para emigrar y exportar su mayor valor agregado: su formación como médico venezolano.
Sobre esto (y haciendo un paréntesis) lo compara con galenos de otras latitudes y destaca que la preparación de los médicos en Venezuela es más “humana” y cercana a la gente. No “levantan un muro” que impide la comunicación entre médico y paciente, sino que exponen a estos los mejores protocolos y alternativas según el estado de salud que tengan.
Lo cierto es que Héctor fue presa del azar. Cuando debía apostillar o hacer citas para legalizar documentos, todo actuaba en contra: había cortes en el fluido eléctrico, el funcionario público de turno no iba a trabajar y todas las situaciones realistas y mágicas que darían cátedra a Gabriel García Márquez.
El hecho es que se quedó y como muchos otros profesionales que nos quedamos le pone ganas día a día. No solo es dueño de la Clínica La Luz, también trabaja en la Ciudad Hospitalaria Dr. Enrique Tejera, CHET y comparte con los residentes de medicina interna en este, el mayor centro de salud público del estado Carabobo.
Los pacientes
Esta entrevista se hace no porque yo me haya enamorado del doctor Héctor o porque un día me levanté con ganas de habar de medicina. No. Esta entrevista nace porque hay “algo” que hace diferente a Héctor Rebaza como humano y como médico.
Su nombre me llegó de un paciente que fue atendido por él en un mal momento de dolor. Lamentablemente, se conoce a los médicos en circunstancias non gratas, cuando un mal pasajero o no aqueja.
Los comentarios hacia un médico y dueño de clínica en su parte humana fue lo que me hizo mirarlo (en sentido figurado, puesto que jamás he estado frente a él). Esta entrevista no hubiera sido posible si la plataforma de Mark Elliot Zuckerberg. Sí, sí, esta entrevista se hizo por WhatsApp en lo que se denomina periodismo de precisión o asistido por computadoras.
Y sí, el paciente tenía razón. Rebaza es más que el “dueño de una clínica”. Es médico y médico venezolano, formado en la Facultad de la Universidad de Carabobo, para vivir de su profesión, sí, pero también para ser el profesional que ofrece respuestas a una persona con determinada patología.
En medio de cualquier situación cree que hay que hacer sentir cómodo al paciente en la medida de lo posible y con los elementos y particularidades de cada caso. En este sentido, nunca ha dejado de estudiar. Nuevos esquemas de tratamiento, innovadoras técnicas y todo lo nuevo que aparece en el campo de salud es lo que le mantiene alerta para no perder el foco humano de las ciencias médicas.
La persona bajo la bata
Héctor Rebaza es comedido, serio, discreto y amable. Tras quitarse la bata hay alguien que “no es muy echador de broma”, pero que ve la vida con tranquilidad afable y que le gusta compartir con familiares y amigos.
Detrás del médico está el humano que desea aprender otras cosas, además de medicina, que dedica su tiempo a leer y conocer otros campos del saber y que, en su tiempo libre, prefiere no hablar de medicina, aunque cree que esta está siempre con él y forma parte intrínseca de su vida.
Le gusta mantener su postura de autoridad en su papel como adjunto de las guardias, pero sin dejar de ser unido con sus residentes y equipo de trabajo, con quienes a veces bromea sin alejarse del norte. Le agrada nadar y de hecho se dedicó un tiempo a natación, actividad que le proporcionó gratificación emocional.
El sistema de salud soñado
Esta es la pregunta cliché que todos los periodistas hacemos a los médicos: ¿Cómo debería ser un sistema de salud ideal? Ante esto, Rebaza es claro: debe ser uno que atienda a la gente, estructurado de tal manera que a cada paciente se le dé lo que necesita y cuándo lo necesita.
Debe ser uno conformado por médicos humanos que se centren en las necesidades de los pacientes y que haya calidad en la comunicación y de allí cree él que reside el éxito de los médicos venezolanos fuera de Venezuela.
Un médico que esté pendiente de la comunidad, sus estadísticas y particularidades y que se forme constantemente es la clave. Asimismo, considera que debe haber atención primaria de calidad bien dotada y con todo lo que la gente necesita.
Ambulatorios dotados y con la atención necesaria ayudan a no colapsar a los grandes hospitales y de allí un circuito de salud que permita un diagnóstico certero y que pueda canalizar tratamientos en casa o en otros centros de salud de acuerdo a cada caso.
Y… este es él: un médico que está para la gente y que conoce a su comunidad, a su hospital y a sus compañeros de trabajo y que me hace considerar ir a su consulta… veamos si me dice que deje el café.
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