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¿Teletrabajo o la nueva esclavitud?

Teletrabajo esclavitud

El Teletrabajo… ¡ooohh el teletrabajo! La Pandemia de Covid 19 solo vino a reafirmar lo que todos sabíamos: internet cambio la vida de todos para siempre. Uno de estos factores y en lo que centraré mi texto de hoy es como Google y sus algoritmos ha modificado desde la forma de ver el mundo, la investigación, los hábitos de consumo y… la nueva explotación de la clase trabajadora.

Muchos dirán que este es un artículo “progre”, que soy comunista, socialista y otro tipo de basura de quien dice que el nacionalsocialismo y el comunismo son la misma cosa. Pero, no he venido a dar clases de política, sino a hablar de una situación que nos golea en la cara a mí y a varios millones de personas en los mal llamado “países en vías de desarrollo” o del “Tercer Mundo”.

Llámenlos como lo llamen, yo les digo la parte jodida del mundo.

El teletrabajo y el algoritmo de Google

Si hay algo más buscado que el Santo Grial o la manera de entrar al Paraíso tras la muerte es conocer el algoritmo de Google. Obviamente esto es algo que solo conocen los programadores de Google, pero no hay una tendencia más  el boga que los sabihondos que dicen saber cómo funciona.

Con el algoritmo y posicionamiento de Google nace el hijo de puta SEO. Un verdadero furúnculo en las nalgas para nosotros los redactores y una manera de idiotizar a la ente con un lenguaje repetitivo, palabras elegidas al azar por la IA y que minimiza el léxico de los jóvenes que creen que todo nació con Internet y lo que no está en IG y TikTok no existe.

Entonces, hay una parte del mundo (muy grande) y que mueve cientos de millones de dólares que persiguen desentrañar el algoritmo para posicionarse en los motores de búsqueda. Eso no está mal. Desde tiempos inmemoriales cada negocio ha buscado con hacerse de un nicho del mercado.

Teletrabajo algoritmo de google
Conocer el algoritmo de Google es el nuevo Santo Grial

El asunto está en cuando se sacrifica el lenguaje, la gramática, las normas básicas de comunicación y la cantidad de palabras según dicta un algoritmo.  

¿El resultado? Que uno hace una investigación en Google sobre… supongamos… qué comidas ayudan a no sentir acidez o reflujo y se consigue con la primera página de búsqueda de artículos que tienen como título algo así como “Qué comer para no sentir acidez estomacal y reflujo”.

Entonces el que busca dice ¡Bingo! Lo encontré. Al leer, solo se trata de una empresa X como una farmacia, un laboratorio médico o un gurú de productos naturales que intentan vender cualquier cosa a toda costa.

Nos dicen que tomemos manzanilla y… las píldoras, el suplemento, el elixir de la vida o cualquier mierda que intenten vender sin prescripción médica.

¿El peligro? Qué alguien con acidez estomacal y reflujo compra lo que sea que le venden (que siempre es más barato que ir al gastroenterólogo y hacerse análisis de sangre y endoscopia) y tras un año de tomar el medicamento milagroso el problema no ha mejorado y el diagnóstico de (por ejemplo) un cáncer estomacal es tal que no hay salida.

Esta es una situación hipotética, pero verosímil. Millones de artículos se escriben al día con SEO on page o SEO off page.

Desde crampones para botas usadas para subir en Everest hasta suplementos milagrosos a base de sábila para perder peso en 2 meses. De todo hay en este mundo de la redacción web y el teletrabajo.

Alguno de ustedes que me lee se ha preguntado de dónde salen los textos cuando ustedes buscan ¿Cuál es la mejor freidora de aire? ¿Cómo llegar a la ruta de los volcanes de La Palma? ¿Cuáles son las tendencias de los zapatos para esta temporada? ¿Qué vitamina tomar para no tener ojeras? Ya se los voy a explicar.

La nueva riqueza

Yo no soy amiga de la neolengua usada por ciertos sectores de la pseudo izquierda y el lenguaje aleccionador del rico jodiendo al pobre, pero es innegable que ciertas personas con poder siguen jodiendo a los que no lo tienen.

Y no, no trato de tener una postura marxista, leninista de pensamiento Mao ni nada por el estilo. Marx jamás se imaginó que el poder y la riqueza de la explotación del hombre por el hombre estuvieran marcada por la tecnología.

Si bien la máquina de vapor vino a revolucionar la industria a gran escala y a instaurar horas de cuasi esclavitud en las fábricas de finales del siglo XVIII y bien adentrado el XX, internet lo cambió todo.

Ya no tiene poder y riqueza solo el que tiene tierra y oro. El capital de miles de dólares compite con el bitcoin y los gigabytes.

Ya no es rico solamente el que tiene la fábrica con 600 trabajadores, También lo es el que tiene la computadora (ordenador) y la conexión a internet ultra voladora.

Teletrabajo activos digitales
Hoy la riqueza es impalpable, pero tan poderosa como quien posee el oro

El cerebro compite con el capital para tener dinero, pero también para las estafas. Si no, que lo diga Sam Bankman-Fiel y su FTX que sin tener absolutamente nada palpable estafó millones de dólares y fue para la cárcel.

Pero, salió tras pagar una fianza de 250 millones de dólares como comprar un caramelo en la esquina. Todo eso con solo cerebro, un buen hardware y un poderoso software.

¿Será igual con el desconocido Satoshi Nakamoto, Vitalik Buterin, Anatoly Yakovenko, Charles Hoskinson, Jackson Palmer y Ryoshi?

En realidad nadie lo sabe, pero una generación de jóvenes de menos de 30 años le enseñó al mundo que el nuevo capital ya no es solo el dinero y las propiedades, sino lo impalpable.

Aunque de todo esto solo una cosa queda en evidencia y ha sido así desde que el primer cavernícola con menos fuerza se dio cuenta que con un mazo podía joder al más fuerte con aquello de “danme un punto de apoyo y levantaré el mundo”.

Sí, si, lo sé, Arquímedes aún no nacía, pero al cavernícola que se defendía eso le importaba muy poco. Lo que quiero significar es que las sociedades evolucionan.

Aunque los izquierdistas y derechistas perdidos en la intemperie como hormiguitas sin hormiguero sigan enfrascados en la lucha de clase estilo el “novecento “.

Tras la muerte de mamá URSS y papá Fidel la izquierda no da pie con bolas. Ladrones como Chávez, Maduro, Correa, la saga Kirchner, los lujos de la hija de Evo Morales y pare de contar la izquierda de otoño (que no es izquierda ni es un coño) empañó logros significativos al mejor estilo de la cosa nostra.

No fue la derecha, ni los capitalistas de sombrero de copa (como los describía Orwell en 1984) quienes conquistaron el voto femenino, la jornada laboral de 8 horas, las vacaciones, la existencia de sindicatos y muchos logros más.

Para que les duela a los que se la pasan vociferando sobre ese término amorfo e indefinido llamado progres, fueron conquistas de la izquierda, los anarquistas y los obreros. Pero, ese artículo no es para dar clases de economía política… a lo que voy.

El asunto aquí es hablar del teletrabajo.

El tele trabajo o la nueva esclavitud

Muchas empresas vieron en la pandemia cómo podían ahorrarse rentas, servicios y otros pagos con el teletrabajo.

Un sector importante de estas compañías responsables dotó a sus empleados de equipos (hardware y software) y respetaron sus derechos laborales con sueldos decentes, días libres, vacaciones, etc.

Pero, una enorme mayoría entra al mercado a “pescar guevones del tercer mundo” como yo. Personas con formación universitaria, que maneja algunos idiomas, que tiene un léxico de más de 600 pobres palabras y que estamos en la mediana edad.

¿Qué quiere decir esto? Que nacimos, crecimos y nos formamos SIN INTERNET. Sí, sí, eso existió. Íbamos a clases, usábamos la biblioteca, la hemeroteca, los libros…

Si yo hubiera tenido internet en el bachillerato y la universidad, habría estudiado en un tercio del tiempo y los dos restantes habrían bebido licor como cosaco y habría disfrutado de los placeres de la vida.

No, no quiero decir que las nuevas tecnologías hagan a la gente vaga. La vagancia, además, está subvalorada: el tiempo libre para no hacer nada es muy necesario. Internet y sus miles de plataformas son solo herramientas.

Un bisturí en manos de un cirujano salva vidas, en manos de un psicópata descuartiza víctimas. El bisturí no tiene la culpa de nada.

Teletrabajo esclavitud
Nacientes empresas de hipster del primer mundo reclutan trabajadores de países pobres para pagar sueldos de hambre

El asunto es que sin editores, sin una cadena de responsabilidades cualquiera que paga un dominio y un hosting puede decir LO QUE LE DE LA GANA. Hay páginas para pedófilos que enseñan a “conquistar” niños y se amparan en la puteada libertad de expresión.

Ni siquiera me voy a meter con la web oscura. Hablo de lo que miran sus hijos en internet, yo (por desgracia o por bendición) solo tengo tres perras y una gata. No tengo que lidiar con contenidos que se puedan o no ver.

Me parece muy democrático que el poeta rechazado por mil editoriales haga su poemario. Pero, escribir pendejadas no le hace daño a nadie hasta cierto punto.

Los gurús de la autoayuda denigran de las enfermedades mentales y mandan a los depresivos, insomnes y esquizofrénicos a tomar jugo de vegetales verdes para “curar” el autismo.

Pero, qué pasa con quienes escriben esos textos. Les voy a contar. Somos profesionales del tercer mundo que por la caída de las economías de nuestros países escribimo mierdas. Esas mierdas (que sabemos que son mierdas) nos las pagan entre 2 y 6 dólares las mil palabras.

No me vengan con pseudo orgullos de “yo no trabajo por esa miseria”, Yo sí. Lo he hecho muchas veces. Cuándo la tiranía nos deja sin trabajos bien pagados por no querer arrastrarnos a ella, toca y toca duro.

Los hipster del primer mundo crean a diario miles de páginas web debidamente registradas que pagan impuestos y… esclavizan a escritores del tercer mundo.

Los escritores pagamos internet, los equipos, la electricidad, la silla. Ellos no proveen de nada a los trabajadores y ni por el carajo contratan escritores en Madrid, Paris, Londres, Roma o Nueva York.

Buscan escritores bilingües que trabajen con diversas plataformas de audio, video e imágenes. Entonces no solo somos escritores, sino que también somos fotógrafos, camarógrafos, analistas de datos y limpiamos el baño.

Pero, a la hora de pagar, mandan a rellenar una “factura” con mucho rigor y con la nota al pie de “operación no sujeta a impuestos por reglas de localización”. Es decir, no solo pagan una miseria por manejar bien el lenguaje y la ortografía, el idioma y el maldito SEO.

También estafan a sus Estados al no pagar impuestos. ¿Saben que es lo peor y más irónico? Que yo escribí este artículo siguiendo las malditas normas SEO para que ustedes me lean y Google me posicione.

C’est la vie…

This is life…

Questa è vita…

이것이 인생이다

igeos-i insaeng-ida

هكذا هي الحياة

hakadha hi alhayaa

Mónica Gallo Giancola

monicagallo71@gmail.com

Para envíos de información escríbanos a: redaccion@mujerdelsur.com

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